Hace unos meses que empecé a notarlo y desde entonces presto atención a cada uno de los detalles que reafirman mi sensación. Las cosas han cambiado.
Las cifras del INEM siguen aumentando, las prestaciones siguen acabándose, los pobres son más pobres y los ricos son más ricos, los casos de corrupción siguen saltando a la luz, pero aún así algo ha cambiado.
Unos años antes, salía a la calle a hablar con los ciudadanos, agentes sociales, empresarios… (por mi trabajo era rutina diaria) y las reacciones y discursos estaban marcados por el pesimismo, el enfado y la impotencia. No es que ahora estén dando saltos ni muchísimo menos pero en el ciudadano de a pie yo he notado un cambio.
Seguro que en muchas ocasiones hemos oído hablar de las fases de la aceptación. Creo que la sociedad ha llegado un momento que está empezando a alcanzar la aceptación. Después de pasar por la negación, el odio y la depresión ha llegado el momento en el que ha aceptado que la realidad es la que es y está saliendo de la paralización en la que se encontraba fruto en buena parte del miedo.
La situación es mala, sí, se tiene menos dinero, sí. El trabajo (el que lo tenga) es más inestable, sí. Pero han asumido que hay que seguir hacía delante en estas condiciones.
Una de las fechas en las que más noté este cambio fue en la mañana del día de nochebuena. Siempre voy al mercado de la ciudad para hablar con la gente sobre la cena, las compras y esas cosas. Este 2012 me volvieron a decir que no se podía comprar marisco y que habían comprado cosas con antelación en previsión de la subida de precios sin embargo, en esta ocasión lo hacían con una media sonrisa en la cara de resignación pero también de aceptación y terminaban con frases como «que le vamos a hacer chiquilla, habrá que disfrutar con gamba o sin gamba», «en enero comeremos patatas pero hoy hay que pasarlo bien» y ahí es donde está el cambio.
En cuanto a la gente de mi edad, esa generación a la que se le ha retrasado toda la consolidación de su vida adulta, también hay cambios. Los que siguen sin encontrar una oportunidad laboral decente poco pueden hacer, pero los que por suerte sí la hemos tenido empiezan a cambiar los discursos de «cómo vamos a…. con la que está cayendo» a «nunca va a ser el momento perfecto», «no queremos esperar mucho más y habrá que poner prioridades». Hablamos de bodas, de independencia, de hijos.
Es un mínimo cambio, o quizás no tan pequeño, pero es algo.
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