No sé nada de música clásica. Bueno, siendo sincera es posible que sepa algo cogido con alfileres de la historia de la música clásica, sin embargo nada que me acerque ni remotamente a poder juzgar la actuación de una orquesta o incluso a poder defender la figura del director (desde que tengo memoria deseo entenderlo).
A pesar de esto, el concierto de año nuevo es algo que me encanta. Será por tradición o porque mi memoria relaciona el sonido con recuerdos, no lo sé, pero el momento en el que suena la Marcha Radetzky y el público hace palmas es uno de los momentos mágicos del año.
Este 2014, el director se saltó el protocolo (como siempre hacen todos a su manera) y estuvo a punto de causar algún incidente cuando decidió felicitar a los músicos de la orquesta mientras ellos tocaban la tan esperada marcha.
Sin embargo, y aunque me pareció entrañable y volvió a ser mágico, mi favorito por ahora es el colofón final del concierto de año nuevo de 2010.
Después descubrí que el director en cuestión tiene mucha reputación, que batía record de edad al dirigir la orquesta ese año y varias cosas más, pero no fue nada de eso lo que hizo que yo me siga acordando de aquel año.
George Pétre (nombre del director) transmite estar pasándoselo tan bien que es imposible no acompañarlo.
Deja tu comentario